jueves, 24 de marzo de 2016

Carta a todos los Cofrades

CARTA A TODOS LOS COFRADES
DE LAS COFRADÍAS
SANTO SEPULCRO, VIRGEN DE LOS DOLORES,
JESÚS NAZARENO Y CRISTO DE LA AGONÍA
CON OCASIÓN DEL JUBILEO DE LAS COFRADÍAS
EN EL AÑO JUBILAR MARIANO,
 EUCARÍSTICO Y DE LA MISERICORDIA


         Muy queridos hermanos Cofrades de nuestra parroquia, queridos todos en el Señor:

Junto a las Camareras de la Mare de Déu del Castell, he querido que en un día tan señalado para los creyentes y las cofradías con el que damos inicio a la Semana Mayor, como es el Domingo de Ramos, vosotros que representáis la «expresión viva de la religiosidad popular» de nuestro pueblo, os dispongáis a ganar las indulgencias que se nos conceden para este año precioso dedicado a nuestra Patrona la Mare de Déu del Castell, como preparación para la celebración de su 60º aniversario como Patrona principal de Corbera y el 45º aniversario de su Coronación bendita.  

         El Señor Cardenal D. Antonio Cañizares hizo alusión hace unos días en Menorca al estilo y vida de los cofrades, palabras que como eco llegan también a todos nosotros, invitándoles a «ser ejemplo de la fe de Cristo y practicar los valores del Evangelio», tarea que nos corresponde en este Año Jubilar de la Misericordia a la Iglesia Universal, en el Año Eucarístico del Santo Cáliz a nuestra Iglesia particular de Valencia, y el Año Jubilar Mariano en nuestro pueblo de Corbera.

1. Año Jubilar Extraordinario de la Misericordia: «Misericordiosos como el Padre»

         En el Saludo de preparación para los días santos, os proponía la frase en imperativo que es a su vez un mandato cristiano: «Sed Misericordiosos...», la cual nos invita antes a fijar nuestra mirada en el que es misericordioso por excelencia «[...] como vuestro Padre es misericordioso […]» (Lc. 6, 36), actuando siempre en consecuencia.

         En el Antiguo testamento, la predicación de los profetas nos enseñaba  «la misericordia como una potencia especial del amor, que prevalece sobre el pecado y la infidelidad del pueblo elegido» (Dives in misericordia nº. 4).

         Ya en el Nuevo Testamento, las parábolas nos presentan la imagen del Dios «Rico en Misericordia» (Ef. 2, 4). En la Parábola del Hijo Pródigo, el padre es fiel a su paternidad, fiel al amor que desde siempre sentía por su hijo, que se nos muestra no sólo en la prontitud para acogerle, sino en la ausencia de reproches y aquella manifestación de alegría en volverle al lugar que le corresponde, al de Hijo, lo que suscita contrariedad y envidia en el hermano mayor. La fidelidad de este padre está impregnada de amor, un amor generoso que no piensa sino que actúa; ese es el amor de Dios: no piensa en los abandonos constantes que tenemos hacia él, ni en nuestro egoísmo en sumo grado, sino que siempre da el primer paso en la búsqueda de cada uno de nosotros. El regreso del hijo menor es el regreso por el camino de la conversión, pero además es el camino de la resurrección a una vida nueva.

         La misericordia, tal como la presenta el Señor en la parábola del hijo pródigo, tiene la forma interior del amor de Dios, que es capaz de inclinarse ante todo hijo pródigo, toda miseria humana, toda miseria moral o pecado. Cuando esto sucede, el que es objeto de misericordia no se siente humillado, sino como hallado de nuevo y revalorizado, es el encuentro de la dignidad perdida, alcanzada sólo desde el amor. Ya nos lo dice san Pablo en el himno a la Caridad, en la Primera carta a los Corintios: «El amor es paciente, benigno ... no es interesado, no se irrita ... no se alegra de la injusticia, se compadece en la verdad ... todo lo espera, todo lo tolera ... y no pasa jamás» (1 Cor. 13, 4-8). Vivamos sin preguntarnos tanto el porqué o el para qué de la Misericordia, «Sed Misericordiosos» sin más.


2. Año Santo Eucarístico del Santo Cáliz: «El Cáliz de la Misericordia»

         El concilio Vaticano II, nos recordó que el Sacrifico Eucarístico es «fuente y cima de toda la vida cristiana», así también nos lo recordó San Juan Pablo II en su encíclica Ecclesia de  Eucharistia, por lo que la Iglesia se dirige continuamente a su Señor, presente en la Eucaristía, en la que descubrimos su profundo amor para con los hombres. Sabemos verdaderamente que en la Eucaristía nos muestra un amor que llega «hasta el extremo» (Jn. 13,1), un amor que no conoce medida: el nuestro es limitado, está medido y tasado; el de Dios, no.

         La Iglesia vive continuamente del sacrificio del Redentor, y accede a él no solamente a través de un recuerdo lleno de fe, sino también en un contacto actual, pues en él se hace siempre presente. El sacrificio de Cristo y el sacrificio de la eucaristía son un único sacrificio, siempre el mismo. La misa hace presente el sacrificio de la cruz, no se añade y no lo multiplica, lo que se repite es la celebración memorial, por lo que este sacrificio se actualiza en el tiempo. La Eucaristía es verdadero banquete, en el cual Cristo se nos ofrece como alimento: «En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros» (Jn. 6, 55).

         Por la comunión de su cuerpo y su sangre, Cristo nos comunica también el Espíritu Santo, pero para ello debemos estar preparados. Cuando vamos de fiesta siempre nos preparamos, nunca vamos mal vestidos ni mal peinados, ponemos todo de nuestra parte para ir lo mejor posible, e incluso llamamos la atención; eso mismo debe suceder cuando queremos ir a la Fiesta del Banquete del Señor, la Misa, la Eucaristía: ir vestidos con un corazón limpio, con un corazón rebosante de caridad, fruto del Espíritu  que habita en nosotros y que nos impulsa a vivir conforme a él.

         La Eucaristía no es una «condecoración», dice el Papa Francisco; es signo de comunión, signo de fe porque creo que está presente en ella el Señor; no es un «premio», es el alimento de nosotros, los débiles, que nos da fuerza para seguir el camino al encuentro con el Señor.

         Durante este Año el Señor nos espera siempre para contemplarlo, cada jueves y viernes está sobre el altar expuesto en la custodia, para mirarlo y descargarle con nuestra mirada, pensamiento y labios silenciosos, todos nuestros proyectos, angustias y necesidades; no lo dejemos esperándonos tantas veces en la custodia, ya que siempre nos espera, como quien anhela al que está lejos y regresa a casa.

3. Año Jubilar Mariano
        
         Un año singular para toda Corbera es este Año Jubilar Mariano, en el que nos preparamos para celebrar el 8 de septiembre estos dos grandes acontecimientos: el patronazgo principal y la coronación canónica de la Mare de Déu del Castell.

         Lo que la fe católica cree acerca de la Virgen está fundado en lo que cree de Cristo nuestro Señor, y lo que nos enseña sobre María ilumina a su vez la fe en Cristo. Ella está unida a la Eucaristía y a la Misericordia, es puente para dar gracias pero también instrumento de la misericordia de su hijo, pues intercede como madre por todos nosotros.

         La visita de la imagen peregrina a nuestras casas, las salidas de la Virgen y las misas jubilares nos hacen inequívocamente volver nuestra mirada sobre esta dulce madre, madre de misericordia que vuelve a alentarnos a su paso y nos impulsa a seguir a su hijo con palabras consoladoras: «haced lo que el os diga». Cada día, cuando hacemos la oración a la Mare de Déu, nos sentimos  acogidos por ella que nos cuida y protege, quien con mirada vigilante desea apartarnos de los peligros de la vida a los que estamos expuestos, sin lugar a duda, cotidianamente, y que desean apartarnos del rostro amoroso de Dios nuestro Señor.

         Este Año Jubilar Mariano debe ser un año para reconocer en Ella, la Mare de Déu del Castell, la estrella que ilumina al pueblo de Corbera, y que nos orienta al encuentro de un Dios que es rico en misericordia, rico en amor, paciencia y compasión.

         Cuántos momentos de alegría que pasamos bajo su mirada, tantos de angustias y desconciertos… Pero en nuestro interior, como el indiecito Juan Dieguito, escuchamos su voz dulce y cariñosa: «¿no estoy yo aquí que soy tu Madre?», «¿no corres acaso bajo mi cuenta?».
        
         Que estos tres grandes acontecimientos, mis queridos cofrades, sean pilares para vuestra vida como cristianos, que creen, esperan y aman. Amad la Eucaristía, vivid la misericordia con los más débiles, y no apartéis vuestra mano de esta madre generosa con todos.

         Con mi bendición y cariño de amigo y pastor, os deseo un feliz año jubilar y una fructífera pascua de resurrección.


sábado, 12 de marzo de 2016

Semana Santa 2016

Saludo del Señor Rector

Marzo de 2016

         Muy queridos hijos de Corbera, este año tan especial para todos nosotros en que celebramos el Jubileo Mariano, Eucarístico y de la Misericordia, el Señor se desborda con nosotros como una fuente que mana sin agotarse, porque solo quiere tener muestras de compasión y misericordia con todos los hombres pues «Eterna es su misericordia»(S. 136).

         En este Año de la Misericordia, la frase en imperativo que es a su vez un mandato cristiano:  «Sed Misericordiosos...», nos invita antes a fijar nuestra mirada en el que es misericordioso por excelencia «...como vuestro Padre es misericordioso» (Lc. 6, 36), actuando siempre en consecuencia.

         El ejercicio de la  misericordia para la vida del cristiano no es una opción, es una exigencia que esta referenciada en la Sagrada Escritura, «Sed santos» (Lv 20,7), «Sed perfectos» (Mt 5, 48), «Sed misericordiosos» (Lc 6,36), es la respuesta de aquel que ha experimentado antes en su propia carne el perdón y la comprensión que le posibilita a perdonar y amar al hermano sin medida «¿Cuántas veces debo perdonar a mi hermano?» (Mt 18, 21).

         En la Bula de convocatoria para el Jubileo de la Misericordia nos dice el Papa Francisco: «¡Qué difícil es muchas veces perdonar! Y, sin embargo, el perdón es el instrumento puesto en nuestras frágiles manos para alcanzar la serenidad del corazón. Apartar de nosotros el rencor, la rabia, la violencia y la venganza es la condición necesaria para vivir felices »(n.9). Apoderémonos de este instrumento que es la misericordia y  la compasión, para hacer de nuestra Iglesia el verdadero lugar de encuentro en estos días santos y siempre.

         Con mi afecto sincero de Pastor y amigo, os deseo unos felices días de recogimiento espiritual y de encuentro con quien nos ama tal cual somos, pero nos invita a una vida nueva.

Felices Fiestas Pascuales 2016