Queridos hijos de Corbera, en estas mis primeras fiestas como párroco, me alegra el poder saludar a cada uno de vosotros, y así a vuestras familias.
Hoy recuerdo entrañablemente el pasado 13 de octubre del 2013, día en que hacía la entrada como vuestro servidor y amigo. Vienen a mi memoria las primeras palabras que os dirigía, en las que encomendaba a nuestros patronos y titulares San Vicente Mártir y San Vicente Ferrer, nuestro caminar pastoral que se traduce en un camino de encuentro; y esto debe ser nuestra parroquia, encuentro con quien nos espera, El Señor.
Les pedía aquella hermosa mañana a San Vicente Mártir que me diera fuerza y coraje para testimoniar el amor del Señor, y a San Vicente Ferrer que me regalara el ardor evangelizador a través de la predicación, que no es sólo de palabra, sino con la vida.
Hoy les pido lo mismo a estos dos grandes Santos, pero para cada uno de vosotros: Para ser testigos, para ser columnas, para vivir la alegría, para dejar todo aquello que nos ata e impide nuestra verdadera felicidad, que es estar con El Señor.
Desde aquí, al saludar a todas las familias, envío mi cariño especial a los enfermos, quienes escondidamente y con sencillez oran por cada uno de nosotros; saludo a los niños y jóvenes, para que no dejen de trasmitirnos la alegría que traen siempre consigo; y a todos los mayores a quienes les debemos tanto, porque ellos nos han trasmitido su propia fe.
Hoy recuerdo entrañablemente el pasado 13 de octubre del 2013, día en que hacía la entrada como vuestro servidor y amigo. Vienen a mi memoria las primeras palabras que os dirigía, en las que encomendaba a nuestros patronos y titulares San Vicente Mártir y San Vicente Ferrer, nuestro caminar pastoral que se traduce en un camino de encuentro; y esto debe ser nuestra parroquia, encuentro con quien nos espera, El Señor.
Les pedía aquella hermosa mañana a San Vicente Mártir que me diera fuerza y coraje para testimoniar el amor del Señor, y a San Vicente Ferrer que me regalara el ardor evangelizador a través de la predicación, que no es sólo de palabra, sino con la vida.
Hoy les pido lo mismo a estos dos grandes Santos, pero para cada uno de vosotros: Para ser testigos, para ser columnas, para vivir la alegría, para dejar todo aquello que nos ata e impide nuestra verdadera felicidad, que es estar con El Señor.
Desde aquí, al saludar a todas las familias, envío mi cariño especial a los enfermos, quienes escondidamente y con sencillez oran por cada uno de nosotros; saludo a los niños y jóvenes, para que no dejen de trasmitirnos la alegría que traen siempre consigo; y a todos los mayores a quienes les debemos tanto, porque ellos nos han trasmitido su propia fe.
Visca els Sant Vicents!