Queridas Hijas de María 2017, recibid mi saludo en estos días cercanos a celebrar la fiesta que nos congrega como lo es celebrar la Inmaculada Concepción de la Virgen María, dogma definido y proclamado por el Papa Pío IX, el 8 de diciembre de 1854. Cabe recordar que España celebra a la Inmaculada como patrona y protectora desde 1644, y el 8 de diciembre es fiesta de carácter nacional, en virtud de la Batalla de Empel del 8 de diciembre de 1585. Durante la celebración de dicha festividad, los sacerdotes en España tienen el privilegio de vestir casulla azul. Este privilegio fue otorgado por la Santa Sede en 1864, como agradecimiento a la defensa del dogma de la Inmaculada Concepción que hizo España.
Como leéis esta celebración
tiene un gran arraigo histórico en España, y además nos recuerda que a diferencia de todos los demás
seres humanos, la Virgen María no fue alcanzada por el pecado original sino que, desde el primer instante de
su concepción, estuvo libre de todo pecado. Estos sencillos datos nos hacen memoria de las raíces cristianas
que enmarcan esta fiesta, que quizás muchos ignoran, y hace tener un criterio frágil
ante su gran significado para la cristiandad.
La
Inmaculada Virgen María se nos presenta como aquella, que vive con Dios, de la
mano de Dios, que sabe fiarse de Dios, que nos invita a emprender los nuevos
caminos de la Evangelización, especialmente en un mundo que tiene como ídolo al
propio hombre, haciéndose casi como Dios, incluso para dominar el misterio de
la vida.
La Virgen
María que no fue alcanzada por el pecado original, se nos presenta como aquella
que libre del mal, puede ayudarnos a vencerlo, a salir de la oscuridad del
mundo egocéntrico en que vivimos, donde se habla de tantas “libertades” y
“derechos” olvidándose los deberes y obligaciones en todos los ámbitos, que son
fundamentales para que nuestra sociedad valore lo que ha sido y lo que puede
llegar a ser.
Lo más
triste y deshonroso para un pueblo puede llegar a ser, el que olvide su historia o la juzgue con criterios
contemporáneos, dejando de lado sus tradiciones y raíces para involucrarse en
las mentalidades fugaces y necias del mundo. No os dejéis contagiar por ello,
sino que con inteligencia salgamos al paso, siempre como María de la mano de Dios.
Agradecido
por vuestro interés en que sigamos manifestando nuestra fe y celebrando esta
fiesta a la Virgen María,
Vuestro Párroco.