Muy queridas Hijas de María de este año
2016, nos acercamos ya a celebrar la fiesta de la Inmaculada Concepción de la
Virgen, y es me deseo que os preparéis durante estos días, para que alegres y
bien dispuestas celebréis conscientemente este encuentro con nuestra Madre Santísima.
Nos encontramos en tiempos muy
difíciles, en los cuales no solamente nos hallamos ante la indiferencia
religiosa, sino algo mucho más profundo, indiferencia frente a Dios, lo cual
hace más difícil el terreno para una nueva evangelización. Los actos que os
disponéis a preparar deben llevarnos a todos a reconocer y renovar nuestra
entrega y amor a la Virgen María, ayudando a otros a dirigir su mirada a Ella.
Los hombres y mujeres de nuestro tiempo,
tienen otros intereses y muchos ponen las cosas por encima de las personas, sus
ideas por arriba del bien común, y tantas cosas más. Sin embargo Dios no es una
idea, ni una cosa, es una persona concreta que … se encarnó en el seno de la Virgen María y se hizo hombre…,
prueba que enaltece y engrandece nuestra fe y nos invita a vivir aferrados a la
esperanza, pues Dios vino a nosotros para amarnos y salvarnos, a través del Sí
de María.
En este tiempo del Adviento, la Virgen
María se nos presenta como estrella de esperanza, y se nos invita a dirigir nuestra mirada al
rostro dulce y sencillo de María, confiados en que Ella nos lleva a su hijo, pues
quien sabe esperar, sabe creer y amar a aquel a quien Ella lleva en su vientre
y es el …Hijo de Dios.... María nos invita
a que nuestra esperanza sea firme como la
roca, que nos aliente en las adversidades de nuestro tiempo, que sobrepase
toda tempestad, que nos ayude a descubrir la verdad del
hombre, que no es otra, que la de sentirse amado por Dios, que solo tiene un
deseo, que el hombre se salve y encuentre la felicidad.
La Solemnidad de
la Inmaculada Concepción de la Virgen María del próximo 8 de diciembre, debe
llevarnos a ver en María, el camino seguro para conocer a Dios nuestro Padre, a
través de su Hijo Jesucristo. Todo ello se hace concreto en nuestra propia
historia personal, en nuestra vida diaria, en nuestro trabajo y estudio, no hay
que tener miedo a ser cristiano, y ser hijo de María. El testimonio es algo vital,
nuestra vida debe ser distinta a otros, nuestro hacer y caridad, dan la prueba
que conocemos a Dios y él nos conoce y nos convierte en semillas de su Reino.
Os deseo a vosotras y a todos los que
participáis de esta Solemnidad, el poder encontrar el aliento y la fuerza en
María, que como faro alumbra nuestra esperanza.