Señor Jesucristo,

Tú eres el rostro visible del Padre
invisible, del Dios que manifiesta su omnipotencia sobre todo con el perdón y
la misericordia: haz que, en el mundo, la Iglesia sea el rostro visible de Ti,
su Señor, resucitado y glorioso.
Tú has querido que también tus
ministros fueran revestidos de debilidad
para que sientan sincera compasión
por los que se encuentran en la ignorancia o en el error: haz que quien se
acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado y perdonado por Dios.
Manda tu Espíritu y conságranos a
todos con su unción para que el Jubileo de la Misericordia sea un año de gracia
del Señor y tu Iglesia pueda, con renovado entusiasmo, llevar la Buena Nueva a
los pobres proclamar la libertad a los prisioneros y oprimidos y restituir la
vista a los ciegos. Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la
Misericordia, a ti que vives y reinas con el Padre y el Espíritu Santo por los
siglos de los siglos. Amén.